Estamos demasiado rodeados de mensajes,
casi todos ellos consumistas, que obligan a mantener
una vida que no es la ideal; se nos inculca que hay
que ser mejores que el vecino, que hay que gastar.
...Marvin Harris
La fórmula deformada:
¡Soy lo que tengo; porque consumo!.
CONSUMO = AÚN MÁS; A UNA MAYOR ESCLAVITUD
¿Les interesa tanto como a mí saber cómo, cuándo y dónde
surgió por primera vez la vida humana, cómo eran las primeras
sociedades y los primeros lenguajes humanos, por qué han
evolucionado las culturas por vías diferentes pero a menudo
notablemente convergentes, por qué aparecieron las distinciones
de rango y por qué las pequeñas bandas y aldeas dieron paso
a jefaturas y éstas a poderosos Estados e imperios?
¿Sienten la misma curiosidad que yo por saber qué aspectos
de la condición humana están inscritos en nuestros genes
y cuáles forman parte de nuestra herencia cultural, en qué
medida son inevitables los celos, la guerra, la pobreza
y el sexismo, y qué esperanzas
de sobrevivir tiene nuestra especie?
.... MARVIN HARRIS
N U E S T R A E S P E C I E
.pdf
¡¡¡DOWNLOAD!!!.´
¿Sobrevivirá nuestra especie?
¿Acabará en guerra nuclear el experimento de la naturaleza con la ente y la cultura? Nadie conoce la respuesta, pero hay muchas razones para ser pesimista. Los arsenales nucleares albergan armas suficientes para matar de forma definitiva a toda la especie humana y gran parte del mundo animal y vegetal que conocemos. Los estrategas militares creen que nunca habrá necesidad de hacer uso de estas capacidades porque la Unión Soviética no atacará a Europa occidental ni a Estados Unidos con armas nucleares ni tampoco con armas convencionales mientras tenga la certeza de que un intercambio nuclear significará la aniquilación de ambas partes. Lo que más me alarma es que los ciudadanos de a pie y los políticos por ellos elegidos acepten la idea de que nuestra especie tiene que aprender a vivir con la amenaza de la aniquilación mutua por ser la forma mejor y más barata de reducir el peligro de que una potencia atómica ataque a otra. ¿Qué clase de principios prácticos, morales o éticos legitima a un pequeño número de expertos para jugarse el futuro de nuestra especie apostando a que las armas nucleares nunca se llegarán a utilizar? Es una apuesta que se ha hecho sin contar en absoluto con el consentimiento de la gente que va a morir si resulta que los estrategas han errado. Ni siquiera los ciudadanos de las grandes potencias
han votado nunca directamente que estén dispuestos a arriesgar la aniquilación total por mantener la paz mediante la disuasión nuclear. Desde la perspectiva de la evolución, la crisis a la que nos enfrentamos en la actualidad es, inevitablemente, la crisis del Estado como forma de organización política depredadora, nacida, alimentada y difundida por la fuerza. Por consiguiente, es muy probable que nuestra especie no sobreviva el siglo próximo, o ni siquiera la mitad de aquél, si no trascendemos las exigencias insaciables de soberanía y hegemonía que plantea el Estado. Y el único medio para llegar a ello muy bien pudiera consistir en trascender el propio Estado creando de manera consciente formas nuevas de mantener la ley y el orden a escala mundial y sumiendo la soberanía de los Estados existentes en una federación mundial cuyos miembros accediesen al desarme total, excepción hecha de las fuerzas de policía locales y regionales.
¿Cuáles son las perspectivas de que la evolución cultural se desvíe de su trayectoria suicida? La paz mundial parece mucho más lejana que la guerra mundial, dada la fama de realistas astutos que se atribuye a los belicistas y de soñadores quijotescos que tienen los pacifistas. Mas los caminos de la evolución cultural no han privado del todo a nuestra especie de una base práctica para trascender al Estado. Las comunicaciones vía satélite y los aviones de reacción han abierto la posibilidad de mantener informadas a las poblaciones locales y regionales sobre los acontecimientos que tienen lugar en partes lejanas del mundo, condición necesaria si queremos conseguir que un espíritu de comunidad mundial llegue a sustituir o prevalecer sobre las formas tradicionales de nacionalismo, etnocentrismo,
racismo y sectarismo. Los avances en los transportes y las telecomunicaciones también hacen que desde un punto de vista material un Parlamento mundial sea más viable técnicamente al final que al principio del siglo XX. Al hacer uso de esos mismos avances tecnológicos, los negocios y el comercio han adquirido una envergadura cada vez más amplia y cada vez más opuesta a las barreras nacionales para la libre circulación de mercancías y servicios. Considérese, además, que las empresas de mayor tamaño y de mayor éxito poseen delegaciones y centros de producción en docenas de países. Como promotores activos de intereses y perspectivas mundiales, las empresas multinacionales, cuando no se dedican a la fabricación de armas, pueden suponer un apoyo más a los esfuerzos por trascender al Estado.
Por último, los estudios sobre el índice de consolidación de las unidades políticas soberanas desde los tiempos prehistóricos hasta la actualidad ofrecen alguna esperanza a aquellos que creen que es necesario superar el Estado si queremos que nuestra especie sobreviva. Robert Carneiro, del Instituto Americano de Historia Natural, estima que el número de unidades políticas autónomas en el mundo alcanzó su punto máximo hacia el año 1000 a.C. En aquel momento habría unas 500.000 bandas, aldeas y jefaturas distintas. Con la expansión de los Estados y los imperios en todo el mundo, el número de unidades autónomas descendió hasta 200.000 en el año 500 d.C. Desde entonces hasta el momento presente, el proceso se fue acelerando hasta reducir el número de unidades a menos de doscientas. Sólo en Alemania, donde en 1648 había novecientos Estados soberanos, no hay hoy más que una. Extendiendo la curva que enlaza las sucesivas reducciones en el número de unidades soberanas, Carneiro calcula que a partir del año 2300 d.C. habrá en todo el mundo un solo Estado. Por desgracia, como señala Carneiro, la forma principal de reducir el número de unidades autónomas ha sido siempre la guerra; de ahí que conciba la reducción de un número pequeño hasta uno como resultado de una guerra definitiva a la que el mundo deberá intentar sobrevivir como sea. Puesto que me parece virtualmente imposible que nuestra especie pueda sobrevivir a otra guerra mundial, nuestra única esperanza reside en encontrar vías pacíficas para llevar a término esa tendencia hacia la unidad. Es fundamental que en la lucha por la conservación de la mente y la cultura en la Tierra lleguemos a comprender de forma más clara los límites que nos impone la naturaleza. Y sin embargo, debemos reconocer la significación del despegue cultural y la gran diferencia entre evolución biológica y cultural. Tenemos que librarnos de la idea de que somos una especie agresiva por naturaleza que no sabe evitar la guerra. Como demuestran los hechos, hemos de rechazar, por carecer de base científica, las pretensiones de que existen razas superiores e inferiores y de que las divisiones jerárquicas intra e intersociales son consecuencia de una selección natural y no de un largo proceso de evolución cultural. Tenemos que reconocer hasta qué grado no podemos controlar todavía la selección cultural y tenemos que luchar por llegar a controlarla mediante el estudio objetivo de la condición humana y de los procesos que se repiten a lo largo de la historia.
...[EXTRACTO]
No hay comentarios:
Publicar un comentario