Philosophy of a knife (Andrey Iskanov, 2008)
Hay películas que plantean inquietantes cuestiones éticas que  trascienden al propio largometraje, sobretodo cuando hablamos de la Segunda  Guerra Mundial y de la Unidad 731 del ejército japonés, responsable de atroces  torturas a prisioneros en pro de la ciencia que, paradójicamente, fueron la  clave de muchos medicamentos que posteriormente beneficiarían a la humanidad.  Philosophy of a knife magnifica esa pregunta a causa de la exposición del  horror: las 4 horas de documental están ocupadas durante unas 2 horas y media  por la recreación ficcionada de las torturas. Esas recreaciones se caracterizan  por una estética expresionista, donde se elimina todo diálogo (el film es  unidireccional, algo que más adelante se revelará como éticamente necesario) y  trasfondo psicológico de los personajes, víctimas y verdugos, se magnifica lo  grotesco de las atrocidades y se elabora una atmosfera opresiva y cerrada donde  desfilan, con un grafismo enfermizo, extirpaciones de dientes, de fetos,  congelaciones, quemaduras con fósforo y un larguísimo etcétera. 
 ( Escuadrón 731 )  sus torturas, ficcionadas para llegar a la realidad: para ver a los  demonios hay que bajar al infierno. Sin embargo, la película no se queda aquí y,  al inicio, nos sitúa históricamente. Es en los 45 minutos finales, no obstante,  donde Iskanov parece revelar su verdadera intención, y lo hace mediante la  entrevista al militar y doctor soviético Anatoly Protasov, testigo del juicio a  la Unidad 731: Philosophy of a knife exhibe entonces su parte de filosofía tras  haber mostrado la del cuchillo, su parte de reflexión, de responsabilidad con lo  que cuenta, que no es otra que la de la mirada serena y anti-frívola sobre el  conflicto bélico. Iskanov decide extremar su propuesta allí donde es  necesario: sólo tras haber visto el mal más absoluto de la forma más descarnada, podemos entender realmente lo abyecto  que es que el responsable de todo aquello, el general Shiro Ishii, acabara  trabajando como científico en los Estados Unidos sin cumplir jamás ninguna pena,  por poner sólo un ejemplo de las reflexiones que plantea el film. La  representación/ficción como herramienta de la realidad y la verdad. Y así  volvemos a la pregunta inicial: ¿es ética Philosophy of a knife? Desde el  momento en que decide someter el gore a la película y no lo contrario,  sí.
 




 
 
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